Lo conocí cuando esperaba el último metro rumbo a Mar de Cristal. Era el que salía a la una y media de la madrugada. A primera vista me pareció un lumpen oriental. Andaba sucio y tenía rastros de sangre en la cara. Al verlo caminar en zig zag me di cuenta que se encontraba ebrio. Estaba cansado así que me senté en la banca donde él se había acomodado con la cabeza gacha. La vida me había enseñado que en estos casos lo menos que uno debía demostrar era miedo.
En eso sin mediar presentación me dijo en perfecto castellano de donde era. Le dije que era peruano. Al decirle esto me contó que tenía un amigo peruano en la construcción. Se presento como Quispe Lee y era de Bolivia. Al principio me causo gracia su nombre, ya que Quispe era un típico apellido indígena peruano y Lee era el apellido de un famoso ídolo chino de Kung Fu. A continuación me dijo que su madre era Aymara y que su padre era de ascendencia china. Para mi sorpresa hablo algunas frases en Aymara. Oírlo hablar en Aymara me rompió los esquemas. Cuando salí del desconcierto le exprese que no sabía ese idioma. Solo algunas palabras en Quechua. Calle.
Vi en el anuncio que faltaba 8 minutos para que viniera el metro. Fue entonces que conversando me relato porque estaba desaliñado. Se venía de una pelea con unos rumanos que lo habían insultado. “Ellos habrán pensado tayta que como era bajito podían abusar de mi, por eso sin esperar que reaccionen golpee al más grande, pero al tumbarlo al suelo, los otros dos rumanos se me vinieron encima. Pero lo que ellos no contaban era que yo sabía artes marciales. Por eso me salve y pude defenderme. Pero igual uno de ellos agarro una piedra y me golpeo en la cabeza. Los muy cobardes…Nadie me auxilio..
…La vida es muy triste en España. Trabajo 12 horas diarias y apenas me alcanza para comer y enviarle algunos euros a mi Madre. No tengo amigos. Me hablo solo en mi cuarto. Y encima ahora me siento mal y estoy borracho”.
Su historia me conmovió. Le dije que no quedaba otra que echar para adelante. No supe que mas decirle. Subimos al metro. Le pregunte a donde iba. Quispe me respondió que si no quería acompañarle a tomar. Yo estaba muy cansado y sabía que lo más probable es que esto iba acabar en otra pelea. Como acaban generalmente las borracheras de los trabajadores de construcción latinos que solo en esos momentos de embriaguez sacan afuera toda su contenida amargura.Toda su cólera por las humillaciones cotidianas que se callan en Europa.
Lo hice sentar y le explique que lo mejor era que vaya a descansar a su piso. Que su familia esperaba mucho de él . Que dependían de las remesas que enviaba. Que la policía al verlo en ese estado lo podían encerrar, como había pasado con otros amigos mios. Que era un buen hombre. Se calmo.
Quispe solo quería compartir con alguien su dolor. Al final lo convencí y me dijo que me haría caso y se iría a descansar. Le dije que sentía su agonía. Yo también era un extranjero. Por un momento casi llora. Pero se aguanto las lágrimas. Una voz fría como una navaja anuncio que la próxima parada era la mía. Quedamos en silencio. Me despedí con un fuerte abrazo. Como aquel que solo se les da a los hermanos que se van lejos…
Me baje en mi parada y mientras el metro avanzaba la mirada melancólica de Lee se me quedo incrustada como un golpe mudo en el estomago. Cuando salí a la calle encendí un cigarrillo. Mire a la luna y la noche me cubrió los ojos.
4 comentarios:
¡qué entrañable encuentro!
me siento como si yo fuera otro viajero de otro camino de tanto.
Un saludo fraterno desde esta geografía, Leo, a quien leo.
Qué de historias merodean las calles, algunas tan estremecedoras como esta.
Un abrazo Leo.
Fue un encuentro que no he podido olvidar. Pero que refleja una realidad cruda de los trabajadores latinoamericanos en España.
Un saludo Pina.
Hay muchas historias en esta ciudad que no se cuentan.
Un abrazo Álvaro.
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