martes, marzo 24, 2009

El Anti-soneto por José Carlos Mariátegui

He encontrado este texto del pensador José Carlos Mariátegui hablando sobre el Anti-soneto en Martín Adán. Adjunto al final unos sonetos a este valioso análisis de la obra de Martín.


El Anti-soneto / José Carlos Mariátegui


Ahora sí podemos creer en la defunción definitiva, evidente, irrevocable del soneto. Tenemos, al fin, la prueba física, la constancia legal de esta defunción: el anti-soneto. El soneto que no es ya soneto, sino su negación, su revés, su crítica, su renuncia. Mientras el vanguardismo se contentó con declarar la abolición del soneto en poemas cubistas, dadaístas o expresionistas, esta jornada de la nueva poesía no estaba aun totalmente vencida. No se había llegado todavía sino al derrocamiento del soneto: faltaba su ejecución. El soneto, prisionero de la revolución, espiaba la hora de corromper a sus guardianes; los poetas viejos, con máscara de juventud, rondaban capciosamente en torno de su cárcel, acechando la oportunidad de libertarlo; los propios poetas nuevos, fatigados ya del jacobinismo del verso libre, empezaban a manifestar a ratos una tímida nostalgia de su autoridad clásica y latina. Existía la amenaza de una restauración especiosa y napoleónica: termidor de las repúblicas de las letras. Jaime Torres Bodet, en su preciosa revista Contemporáneos, inició últimamente una tentativa formal de regreso al soneto, reivindicando así en la más tórrida sede de América revolucionaria. Hoy, por fortuna, Martín Adán realiza el anti-soneto. Lo realiza, quizá, a pesar suyo, movido por su gusto católico y su don tomista de reconciliar el dogma nuevo con el orden clásico. Un capcioso propósito reaccionario, lo conduce a un resultado revolucionario. Lo que él nos da, sin saberlo, no es el soneto sino el anti-soneto. No bastaba atacar al soneto de fuera como los vanguardistas: había que meterse dentro de él, como Martín Adán, para comerse su entraña hasta vaciarlo. Trabajo de polilla, prolijo, secreto, escolástico. Martín Adán ha intentado introducir un caballo de Troya en la nueva poesía; pero ha logrado introducirlo, más bien, en el soneto, cuyo sitio concluye con esta maniobra, aprendida a Ulises, no el de Joyce sino el de Homero. Golpead ahora con los nudillos en el soneto cual si fuera un mueble del Renacimiento; está perfectamente hueco; es cáscara pura. Barroco, culterano, gongorino, Martín Adán salió en busca del soneto, para descubrir el antisoneto, como Colón en vez de las Indias encontró en su viaje la América. Durante el tiempo que ha trabajado bene- dictinamente en esta obra, ha paseado por Lima con un sobretodo algo escolástico, casi teológico, totalmente gongorino, como si expiara la travesura de colegial de haber intercalado entre caras ortodoxas su perfil sefardí y su sonrisa semita y aguileña. El antisoneto anuncia que ya la poesía está suficientemente defendida contra el soneto: en largas pruebas de laboratorio, Martín Adán ha descubierto la vacuna preventiva. El antisoneto es un anticuerpo. Sólo hay un peligro: el de que Martín Adán no haya acabado sino con una de las dos especies del soneto: el soneto alejandrino. El soneto clásico, toscano, auténtico es el de Petrarca, el endecasílabo. Por algo, Torres Bodet lo ha preferido en su reivindicación. El alejandrino es un metro decadente. Si nuestro amigo, ha dejado vivo aún el soneto endecasílabo, la nueva poesía debe mantenerse alerta. Hay que rematar la empresa de instalar al disparate puro en las hormas de la poesía clásica.

Amauta, Lima, 1928, Nº 17:76


Mi Darío


Así es: una calle desierta como es una ola

Y un uno que se ahoga contándose palabras.

¿No es así, Rubén? ¿O será como cabras

Y cabros que se comen de una sola amapola?


¿O de otra flor de allá, salvaje, eterna, sola?

O del propio cadáver que, sudando, te labras

O del humano único de la puerta que no abras,

O de la bestia horrenda que se lame la cola?


¡Sí, tú me lo dijiste, Rubén, y yo lo digo,

De la calle perfecta, desierta, de conmigo,

Donde todas las veces se huyeron a mi paso!


No te toco, Rubén, pero te sé aquí mismo,

Aquí mismo, Rubén, horizonte de abismo:

La Luz es otro abismo, Rubén, más ciego acaso...




Quarta Ripresa


Bien sabe la rosa en qué mano se posa

Refrán de Castilla


Viera estar rosal florido,

cogí rosas con sospiro:

vengo del rosale

Gil Vicente


- La que nace, es la rosa inesperada;

La que muere, es la rosa consentida;

Sólo al no parecer pasa la vida,

Porque viento letal es la mirada.


- ¡Cuánta segura rosa no es en nada!....

¡Si no es sino la rosa presentida!....

¡Si Dios sopla a la rosa y a la vida

Por el ojo del ciego.... rosa amada!....


- Triste y tierna, la rosa verdadera

Es el triste y el tierno sin figura,

Ninguna imagen a la luz primera.


- Deseándola deshójase el deseo....

Y quien la viere olvida, y ella dura....

¡Ay, que es así la Rosa, y no la veo!...

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