El miércoles algo se quebró en mí y enloquecí. El dolor me hizo beber toda la noche. Me habito la oscuridad y solo me acompaño a la distancia un cuervo. La lluvia caía sobre mi abrigo y la poesía no venia como otras veces a mi auxilio. Presagie lo peor…
Acabe en un bar de Usera entre lumpenes rumanos y marroquíes que me miran no como poeta, sino como un suicida que no le tiene miedo a la muerte, por que ellos son los heraldos de la muerte.
Aquella madrugada casi inconciente empecé a oír la canción que pongo en este post. Y recordé un poema confuso, atormentado y hermético de un poeta que terminaba con un verso que decía en medio de ese caos de palabras: “Como no viene un dulce niña a abrazarme y se disuelva todo mi dolor”. Aquel poeta se vino a despedir una semana antes de morir. Me invito una copa. Hablamos poco. Nuestro silencio era un grito sordo. A los días me entere que se había quemado vivo…
Aquel miércoles escuche tu llanto y mi desamparo. Aquella noche me abrazo mi sombra y me abrazo la noche. No se como pude llegar a casa.
3 comentarios:
La noche es una trampa en la que nos gusta caer, la angustia se vuelve un cristal oscuro, y el alcohol anestesia solo un poco ese dolor existencial confuso que mnos hiere Pamela
Buena reflexión Pamela.
he mirado tus texto, he leído tus poesías y me gustan mucho.
Exploras la oscuridad sin temor porque te sabes bien acompañado y protegido de la poesía misma..
Saludos Insanos,
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