“Oficialmente se reconocen auténticas corrupciones, como cuando miembros de la Casa Real o del Ministerio de Cultura acuden a la entrega de los premios Planeta que, como todos saben, se están distinguiendo por su desvergüenza”
Enrique Gracia es uno de los más importantes poetas españoles y a su vez un gran amigo. Poeta, escritor, actor, dibujante. Es director de los ciclos de lecturas Poetas en Vivo organizado por Caja Madrid, en la Biblioteca Nacional. Ha publicado sus textos en importantes editoriales como Rialp, Visor e Hyperion. Entre sus múltiples premios podemos mencionar: Accésit del Premio Adonais con «Encuentros», Premio Encina de la Cañada con «Canto del último profeta», Premio Feria del Libro de Madrid con «Crónicas del laberinto», Premio Blas de Otero con «Restos de almanaque», Premio Juan Alcaide con «Siempre tiempo», Premio Emilio Alarcos por «Sin noticias de Gato de Ursaria”.
Con Enrique empezamos esta sección de entrevistas En Voz Alta y sin censura, a poetas y escritores españoles y latinoamericanos residentes en la Península Ibérica.
Pregunta: ¿Enrique, cual podrías considerar que es tu poética o antipoética?
Respuesta: Siempre he sido enemigo de las poéticas. Cuando los poetas en vez de escribir poesía y punto, nos empeñamos en decir por qué y para qué la escribimos la cosa suele resultarme muy aburrida. Y sin embargo sé que he escrito unas cuantas. Más por cumplir encargos que por deseo. En Contrafábula (poesía 1972-2004) al final de un poema, con el mismo título que el libro, dije:
“Cigarra, amiga, cantaré contigo
que la vida no es más que lo que aquí cantemos”.
Pues eso. Pero lo cierto es que soy un híbrido de cigarra y hormiga porque no paro de trabajar, aunque sea en lo que me gusta que es “cantar” y contar lo poco que sé y lo que leo a quienes tienen necesidad de escuchar. Sea a través de lecturas y recitales poéticos, en conferencias, en teatro, en cursos literarios, no he parado de comunicar cuanto me hace disfrutar para que otros también disfruten. Esa condición de comunicador me es muy grata, incluso poéticamente hablando.
También acaba el libro citado diciendo:
“Escribir por si alguien, algún día
tiene un dolor de corazón idéntico
o sufre una alegría semejante.”
Poco más resulta para mí escribir: cumplir mi compromiso con la vida, conmigo mismo y con los otros, haciendo lo que parece que sé hacer, y haciéndolo por si a alguien le sirve alguna vez. A mí me sirvió mientras lo pensé y lo escribí.
Ojalá sirviera también la poesía para derribar dictadores, romper el sistema perverso que nos domina, vapulear la indiferencia y la acomodación de la mayoría, desenmascarar estúpidos o canallas, eliminar la corrupción, la violencia, las diferencias sociales... pero para eso no sirve, solo ayuda a soportarlo.
P: ¿Los críticos dicen que el humor y la mirada lúdica son elementos centrales de tu obra, que opinas de ello?
R: No creo que centrales pero sí muy frecuentados. Tal vez destaquen más que los elementos dramáticos, metafísicos o de cualquier otro tipo, porque me agrada emplearlos no sólo en algunos de mis poemas sino, también, en mis intervenciones públicas, mientras la mayoría de los autores no lo hacen.
Creo que los poetas que hoy escriben en castellano, se ponen excesivamente serios. Por comparación, llama más la atención aquella parte de mi poesía que utiliza un cierto grado de humor que el resto que es, sin duda, más numerosa.
Parece como si la ironía, la mirada lúdica —como dices— el juego distanciador, la broma, incluso aparente, fuesen impropios de la poesía. Eso es una estupidez. Lo divertido no es lo contrario de serio sino de aburrido. ¿O es que el Arcipreste de Hita, Baltasar de Alcázar, Cervantes, Lope, Quevedo, y tantos otros del XVIII o el XIX, no han existido o dejan de ser “serios” cuando lanzan su crítica satírica, su humor o su ironía. Nuestra época se ha tornado pretenciosamente seria, impostada, a veces incluso aburrida. Y cuando una época, un país, una literatura se muestran demasiado serios es que no hay quien lo aguante. Un ejemplo actual de utilización del mejor humor es el recientemente desaparecido Ángel González, por citar sólo un ejemplo. Y su ironía —como espero que ocurra con la mía— no resta categoría ni seriedad a su obra en conjunto.
Además, el humor, en todas sus variantes, suele considerarse “de segunda fila”. Pero esa consideración es fruto de la ignorancia, el absurdo miedo al ridículo y la falta de una inteligencia flexible que hoy tiene nuestra estereotipada sociedad.
P: ¿Los novísimos y los poetas de la experiencia son las dos generaciones últimas conocidas de España, -aunque ambos no creamos en las generaciones, se usan metodológicamente-, por tanto, tu obra se desarrolla al margen de estas supuestas generaciones, me podrías dar tu particular visión de la poesía española contemporánea?
R: Empezaré por decirte que lo de las generaciones he dejado de creérmelo hace mucho tiempo. Si irme a otras anteriores que también cuestiono, las dos que citas —novísimos y experiencia— no son ni siquiera generaciones. Más bien grupos de autores al arrimo de una idea, de cierto estilo, o lo que es mucho menos “generacional”, de un antólogo o de una moda. El reconocimiento es más cuestión de mercado que otra cosa.
Estas divisiones son necesidad pedagógica de clasificación o intereses de amigos y sectores; en todo caso, manipulación de la realidad que es mucho más diversa y menos estancada en compartimentos.
Mi obra se desarrolla al margen porque siempre he querido estar al margen, además de por otros motivos como el aislamiento a partir de mi primer libro, en 1972 hasta el segundo y todos los siguientes que aparecen, ya sin interrupción desde 1991 hasta hoy. Los motivos de esta larga ausencia los explico sobradamente en el prólogo de Contrafábula, mi poesía reunida hasta 2004 (Sial, 04)
En mi poesía suelo utilizar muchos de los recursos propios de la época en la que vivo. Así aparecen elementos muy similares a la llamada “poesía de la experiencia”, algunos culturalismos, el cine, los tebeos (ahora comics), la vida cotidiana, etc. Se me suele comparar con unos u otros pero no se me considera en ningún grupo porque en realidad no formo parte de ellos. Aunque tengo amigos en todos los sectores, voy por libre.
En cuanto a mi visión de la poesía actual —está dicho— soy absolutamente ecléctico. Hay multitud de tendencias y estilos, como en todas las artes. Hoy conviven en las galerías de pintura todos los estilos: igual en la poesía. Esa es la grandeza y la servidumbre. Los clasificadores se las van a ver y desear cada vez más. Eso sí, como en todo lo abundante, hay en la poesía actual, muchos autores magníficos junto a bastantes advenedizos, demasiada impostación, alguna impostura y una buena dosis de corrupción. Pero de eso ya hablaremos otro día.
P: ¿Por qué dices, cito: “El poeta es el equilibrista de la palabra”?
R: Eso lo has sacado de mi colección de frases en mi página web. (aprovecho: http://www.enriquegracia.net/) Y es sobre todo eso: una frase. Lo que ocurre es que, para mí, tiene sentido porque la poesía es el más inestable de los géneros; hay que hacer muchos equilibrios con la palabra; huir de la cursilería sin parar en lo vulgar, tener en cuenta el adorno sin caer en el exceso, buscar la ambivalencia sin exagerar y la exactitud sin obsesiones; trabajar la estructura del lenguaje sin asfixiar las ideas, jugar con la ironía sin salirse por el chiste fácil, ser equilibradamente claro y al mismo tiempo sugerente...
Si esto fuese un circo —a veces lo parece—, el poeta nunca sería el forzudo ni el de los leones, ni el payaso; el poeta sería el equilibrista.
En todo caso, en mi colección de frases hay otras muchas como que “La poesía es más el vidrio de una ventana que el de un espejo” o “La mayoría de la gente no lee poesía, pero es por miedo” que tendrían a su vez muchas lecturas. Ya digo, son frases nada más (o nada menos)
P: ¿ Tu poemario Gato De Ursaria me encantó, en este libro hallo frescura, vuelo de imaginación, ironía y un juego paradójico que siendo ingenioso, no deja ser humanista, dime, como se gestó este libro paradigmático tuyo?
R: Como todos los demás, sin darme cuenta. Empieza uno por un poema, sigue con otro, y de repente se da cuenta que aquello va tomando cuerpo porque, en esa época, estás en una especial disposición. No suelo escribir libros temáticos —alguno sí, pero pocos— sino poemas sueltos que luego se unen mejor o peor. En el caso de “Sin noticias de Gato de Ursaria” volqué lo poemas en los que habla mi voz más atacada de misantropía. Yo, que soy muy sociable, tengo muchos momentos en los que me gustaría estar más aislado de un mundo que no me gusta y más distanciado de la actividad social. Así surge ese heterónimo mío que es Gato de Ursaria que resulta bastante ácido y hasta un tanto despectivo.
Aprovecho para decir que gato es como nos suelen apodar a los madrileños y Ursaria (tierra de osos) uno de los nombres legendarios de Madrid, recogido en varios poetas del Siglo de Oro.
El libro tuvo la suerte de que le cayese el Premio Alarcos y de que lo publicase Visor, y aunque ni se hizo presentación o firma en la Feria del Libro (no quiso el editor) y aunque ni siquiera se destaque en la página de la Editorial, como sí se señalan otros libros premiados similares, parece que ha tenido mucha aceptación. A la gente le interesa la ironía como le interesó a Ángel González que así lo destacó en el jurado.
P: ¿Qué opinas sobre la controversia del premio Cervantes otorgado el año pasado a Gamoneda y el de este año a Juan Gelman?
R: Últimamente, este tipo de premios siempre traen controversia. Yo, desde luego, siempre me alegro de que se acuerden de los poetas y me parecen bien ambos. Que me gusten más otros poetas de menos contactos sociales no quiere decir que los premios estén mal dados. Es una cuestión de gustos.
Otra cosa es que meses antes de que se den estos premios, ya esté en boca de todos quién será el que lo va a recibir. Estos galardones institucionales suelen tener demasiada influencia de la política, la conveniencia de algunos, lo “políticamente correcto” (que suele ser una idiotez) o el “ahora toca aquí” y “luego toca allí”, que no deja de ser un manejo extraliterario. Todo eso ensucia la grandeza del reconocimiento.
Malo es que las entidades privadas organicen premios y reconocimientos para sus amigos y allegados pero que esto ocurra a veces, o se sospeche, en los oficiales, es muy delicado.
Incluso oficialmente se reconocen auténticas corrupciones, como cuando miembros de la Casa Real o del Ministerio de Cultura acuden a la entrega de los premios Planeta que, como todos saben, se están distinguiendo por su desvergüenza. Insisto: Bien por Gamoneda y por Gelman.
P: ¿Cuál es el legado poético que deja la partida de Ángel González?
R: Para mi gusto, un legado magnífico. Era (es) un poeta claro, directo, comprometido humanamente, lleno buen lenguaje, de ironía, de intensidad emocional. Posiblemente una de las voces poéticas más interesantes que ha dado la segunda mitad del siglo XX, y, si me apuras, todo el siglo.
Él tuvo la suerte de ser reconocido como un maestro por muchos y me alegro por ello, otros no la tuvieron y lo siento porque también fueron grandes maestros. O tempora, o mores. Reconozco en mi homenaje privado a Ángel González junto con otros que también nos abandonaron en los últimos años.
P: ¿Cuáles son las similitudes o diferencias que ves entre la poesía escrita en España y Latinoamérica?
R: Quizás los críticos y estudiosos puedan valorar estas diferencias mejor que yo. En todo caso, creo que las similitudes son las propias de escribir en el mismo idioma e influirse mutuamente. Nos parecemos más de lo que se cree. Las diferencias creo que radican en las formas. He visto últimamente mucha poesía hispanoamericana (lo de Latinoamericana sólo si hablamos de otros entornos y no del lingüístico) entregada al verso libre totalmente arrítmico y me temo que sea por desconocimiento, más que por innovación. Que sea libre no le exime de tener un auténtico ritmo que pueda sentirse. Aunque esta deficiencia también la tienen, por cierto, muchos jóvenes españoles.
En todo caso, habría que ver también diferencias y similitudes entre la poesía mexicana y la venezolana, o la hispanohablante de EE UU y la chilena, etc. Por ahí sí hay muchas variantes. Ojalá dentro de las variaciones inevitables, mantengamos un criterio de cierta unidad. Ya se dijo: nuestra patria es la lengua.
P: ¿Consideras que el Spanglish es una deformación lingüística del castellano o una forma creativa de mestizaje lingüístico en Estados Unidos?
R: Todas las formas creativas del lenguaje deforman de alguna manera. No es que me guste especialmente este tipo de mezcla porque literariamente termina siendo hija de nadie pero tal vez estén dándose pasos inevitables cuyo resultado no llegaremos a ver las generaciones actuales. Pasó con el latín y las variadas lenguas de los pueblos del imperio y al final, aquí nos tienes...romances casi todos.
P: ¿Qué es la poesía para ti?
R: Esa es siempre la pregunta del millón. Te contesto con un pequeño texto que escribí contestando a la misma cuestión, en 2004:
“Antes creía que la poesía era útil y sublime, ahora sé que sólo es necesaria y que lo único sublime es el intento pero nunca el resultado. Antes creía sentirla en el espíritu pero ha terminado por dolerme en la carne. Llegué a pensar incluso que ella cambiaba el mundo pero hoy sé que tan sólo me ha cambiado a mí: quiero creer que me ha hecho algo mejor.
Del dramatismo y el desencanto hasta la ironía o el sarcasmo, hay mucha distancia en lo que escribo, no sabría cómo definirme y quizás no haga ninguna falta.
En el último poema de mi libro Contrafábula dije: “Escribir por si alguien, algún día, / tiene un dolor de corazón idéntico / o sufre una alegría semejante” sigo diciéndolo: Escribir precisa complicidad.
Pero en el fondo, la poesía es una amante esquiva y caprichosa que, aún negándose a concederme todos sus favores, me ha dado al menos algún buen amigo, varias tristezas y mucho gozo. Así que mañana podrá desaparecer el mundo y con él todos los versos en que los poetas la hemos ido persiguiendo pero, para mi, habrá sido suficiente con pretenderla.”
Sigo pensando lo mismo.
P: Para terminar ¿Que nuevos proyectos literarios tienes?
R: Como es habitual, un par de libros en corrección constante y a la espera de salir a la calle. Un montón de poemas que uno no sabe dónde alojar.
Y, sobre todo, seguir trabajando por mostrar la poesía de otros a quien pueda necesitarla; eso sí me viene dando desde hace tiempo verdaderas satisfacciones.
Con Enrique empezamos esta sección de entrevistas En Voz Alta y sin censura, a poetas y escritores españoles y latinoamericanos residentes en la Península Ibérica.
Pregunta: ¿Enrique, cual podrías considerar que es tu poética o antipoética?
Respuesta: Siempre he sido enemigo de las poéticas. Cuando los poetas en vez de escribir poesía y punto, nos empeñamos en decir por qué y para qué la escribimos la cosa suele resultarme muy aburrida. Y sin embargo sé que he escrito unas cuantas. Más por cumplir encargos que por deseo. En Contrafábula (poesía 1972-2004) al final de un poema, con el mismo título que el libro, dije:
“Cigarra, amiga, cantaré contigo
que la vida no es más que lo que aquí cantemos”.
Pues eso. Pero lo cierto es que soy un híbrido de cigarra y hormiga porque no paro de trabajar, aunque sea en lo que me gusta que es “cantar” y contar lo poco que sé y lo que leo a quienes tienen necesidad de escuchar. Sea a través de lecturas y recitales poéticos, en conferencias, en teatro, en cursos literarios, no he parado de comunicar cuanto me hace disfrutar para que otros también disfruten. Esa condición de comunicador me es muy grata, incluso poéticamente hablando.
También acaba el libro citado diciendo:
“Escribir por si alguien, algún día
tiene un dolor de corazón idéntico
o sufre una alegría semejante.”
Poco más resulta para mí escribir: cumplir mi compromiso con la vida, conmigo mismo y con los otros, haciendo lo que parece que sé hacer, y haciéndolo por si a alguien le sirve alguna vez. A mí me sirvió mientras lo pensé y lo escribí.
Ojalá sirviera también la poesía para derribar dictadores, romper el sistema perverso que nos domina, vapulear la indiferencia y la acomodación de la mayoría, desenmascarar estúpidos o canallas, eliminar la corrupción, la violencia, las diferencias sociales... pero para eso no sirve, solo ayuda a soportarlo.
P: ¿Los críticos dicen que el humor y la mirada lúdica son elementos centrales de tu obra, que opinas de ello?
R: No creo que centrales pero sí muy frecuentados. Tal vez destaquen más que los elementos dramáticos, metafísicos o de cualquier otro tipo, porque me agrada emplearlos no sólo en algunos de mis poemas sino, también, en mis intervenciones públicas, mientras la mayoría de los autores no lo hacen.
Creo que los poetas que hoy escriben en castellano, se ponen excesivamente serios. Por comparación, llama más la atención aquella parte de mi poesía que utiliza un cierto grado de humor que el resto que es, sin duda, más numerosa.
Parece como si la ironía, la mirada lúdica —como dices— el juego distanciador, la broma, incluso aparente, fuesen impropios de la poesía. Eso es una estupidez. Lo divertido no es lo contrario de serio sino de aburrido. ¿O es que el Arcipreste de Hita, Baltasar de Alcázar, Cervantes, Lope, Quevedo, y tantos otros del XVIII o el XIX, no han existido o dejan de ser “serios” cuando lanzan su crítica satírica, su humor o su ironía. Nuestra época se ha tornado pretenciosamente seria, impostada, a veces incluso aburrida. Y cuando una época, un país, una literatura se muestran demasiado serios es que no hay quien lo aguante. Un ejemplo actual de utilización del mejor humor es el recientemente desaparecido Ángel González, por citar sólo un ejemplo. Y su ironía —como espero que ocurra con la mía— no resta categoría ni seriedad a su obra en conjunto.
Además, el humor, en todas sus variantes, suele considerarse “de segunda fila”. Pero esa consideración es fruto de la ignorancia, el absurdo miedo al ridículo y la falta de una inteligencia flexible que hoy tiene nuestra estereotipada sociedad.
P: ¿Los novísimos y los poetas de la experiencia son las dos generaciones últimas conocidas de España, -aunque ambos no creamos en las generaciones, se usan metodológicamente-, por tanto, tu obra se desarrolla al margen de estas supuestas generaciones, me podrías dar tu particular visión de la poesía española contemporánea?
R: Empezaré por decirte que lo de las generaciones he dejado de creérmelo hace mucho tiempo. Si irme a otras anteriores que también cuestiono, las dos que citas —novísimos y experiencia— no son ni siquiera generaciones. Más bien grupos de autores al arrimo de una idea, de cierto estilo, o lo que es mucho menos “generacional”, de un antólogo o de una moda. El reconocimiento es más cuestión de mercado que otra cosa.
Estas divisiones son necesidad pedagógica de clasificación o intereses de amigos y sectores; en todo caso, manipulación de la realidad que es mucho más diversa y menos estancada en compartimentos.
Mi obra se desarrolla al margen porque siempre he querido estar al margen, además de por otros motivos como el aislamiento a partir de mi primer libro, en 1972 hasta el segundo y todos los siguientes que aparecen, ya sin interrupción desde 1991 hasta hoy. Los motivos de esta larga ausencia los explico sobradamente en el prólogo de Contrafábula, mi poesía reunida hasta 2004 (Sial, 04)
En mi poesía suelo utilizar muchos de los recursos propios de la época en la que vivo. Así aparecen elementos muy similares a la llamada “poesía de la experiencia”, algunos culturalismos, el cine, los tebeos (ahora comics), la vida cotidiana, etc. Se me suele comparar con unos u otros pero no se me considera en ningún grupo porque en realidad no formo parte de ellos. Aunque tengo amigos en todos los sectores, voy por libre.
En cuanto a mi visión de la poesía actual —está dicho— soy absolutamente ecléctico. Hay multitud de tendencias y estilos, como en todas las artes. Hoy conviven en las galerías de pintura todos los estilos: igual en la poesía. Esa es la grandeza y la servidumbre. Los clasificadores se las van a ver y desear cada vez más. Eso sí, como en todo lo abundante, hay en la poesía actual, muchos autores magníficos junto a bastantes advenedizos, demasiada impostación, alguna impostura y una buena dosis de corrupción. Pero de eso ya hablaremos otro día.
P: ¿Por qué dices, cito: “El poeta es el equilibrista de la palabra”?
R: Eso lo has sacado de mi colección de frases en mi página web. (aprovecho: http://www.enriquegracia.net/) Y es sobre todo eso: una frase. Lo que ocurre es que, para mí, tiene sentido porque la poesía es el más inestable de los géneros; hay que hacer muchos equilibrios con la palabra; huir de la cursilería sin parar en lo vulgar, tener en cuenta el adorno sin caer en el exceso, buscar la ambivalencia sin exagerar y la exactitud sin obsesiones; trabajar la estructura del lenguaje sin asfixiar las ideas, jugar con la ironía sin salirse por el chiste fácil, ser equilibradamente claro y al mismo tiempo sugerente...
Si esto fuese un circo —a veces lo parece—, el poeta nunca sería el forzudo ni el de los leones, ni el payaso; el poeta sería el equilibrista.
En todo caso, en mi colección de frases hay otras muchas como que “La poesía es más el vidrio de una ventana que el de un espejo” o “La mayoría de la gente no lee poesía, pero es por miedo” que tendrían a su vez muchas lecturas. Ya digo, son frases nada más (o nada menos)
P: ¿ Tu poemario Gato De Ursaria me encantó, en este libro hallo frescura, vuelo de imaginación, ironía y un juego paradójico que siendo ingenioso, no deja ser humanista, dime, como se gestó este libro paradigmático tuyo?
R: Como todos los demás, sin darme cuenta. Empieza uno por un poema, sigue con otro, y de repente se da cuenta que aquello va tomando cuerpo porque, en esa época, estás en una especial disposición. No suelo escribir libros temáticos —alguno sí, pero pocos— sino poemas sueltos que luego se unen mejor o peor. En el caso de “Sin noticias de Gato de Ursaria” volqué lo poemas en los que habla mi voz más atacada de misantropía. Yo, que soy muy sociable, tengo muchos momentos en los que me gustaría estar más aislado de un mundo que no me gusta y más distanciado de la actividad social. Así surge ese heterónimo mío que es Gato de Ursaria que resulta bastante ácido y hasta un tanto despectivo.
Aprovecho para decir que gato es como nos suelen apodar a los madrileños y Ursaria (tierra de osos) uno de los nombres legendarios de Madrid, recogido en varios poetas del Siglo de Oro.
El libro tuvo la suerte de que le cayese el Premio Alarcos y de que lo publicase Visor, y aunque ni se hizo presentación o firma en la Feria del Libro (no quiso el editor) y aunque ni siquiera se destaque en la página de la Editorial, como sí se señalan otros libros premiados similares, parece que ha tenido mucha aceptación. A la gente le interesa la ironía como le interesó a Ángel González que así lo destacó en el jurado.
P: ¿Qué opinas sobre la controversia del premio Cervantes otorgado el año pasado a Gamoneda y el de este año a Juan Gelman?
R: Últimamente, este tipo de premios siempre traen controversia. Yo, desde luego, siempre me alegro de que se acuerden de los poetas y me parecen bien ambos. Que me gusten más otros poetas de menos contactos sociales no quiere decir que los premios estén mal dados. Es una cuestión de gustos.
Otra cosa es que meses antes de que se den estos premios, ya esté en boca de todos quién será el que lo va a recibir. Estos galardones institucionales suelen tener demasiada influencia de la política, la conveniencia de algunos, lo “políticamente correcto” (que suele ser una idiotez) o el “ahora toca aquí” y “luego toca allí”, que no deja de ser un manejo extraliterario. Todo eso ensucia la grandeza del reconocimiento.
Malo es que las entidades privadas organicen premios y reconocimientos para sus amigos y allegados pero que esto ocurra a veces, o se sospeche, en los oficiales, es muy delicado.
Incluso oficialmente se reconocen auténticas corrupciones, como cuando miembros de la Casa Real o del Ministerio de Cultura acuden a la entrega de los premios Planeta que, como todos saben, se están distinguiendo por su desvergüenza. Insisto: Bien por Gamoneda y por Gelman.
P: ¿Cuál es el legado poético que deja la partida de Ángel González?
R: Para mi gusto, un legado magnífico. Era (es) un poeta claro, directo, comprometido humanamente, lleno buen lenguaje, de ironía, de intensidad emocional. Posiblemente una de las voces poéticas más interesantes que ha dado la segunda mitad del siglo XX, y, si me apuras, todo el siglo.
Él tuvo la suerte de ser reconocido como un maestro por muchos y me alegro por ello, otros no la tuvieron y lo siento porque también fueron grandes maestros. O tempora, o mores. Reconozco en mi homenaje privado a Ángel González junto con otros que también nos abandonaron en los últimos años.
P: ¿Cuáles son las similitudes o diferencias que ves entre la poesía escrita en España y Latinoamérica?
R: Quizás los críticos y estudiosos puedan valorar estas diferencias mejor que yo. En todo caso, creo que las similitudes son las propias de escribir en el mismo idioma e influirse mutuamente. Nos parecemos más de lo que se cree. Las diferencias creo que radican en las formas. He visto últimamente mucha poesía hispanoamericana (lo de Latinoamericana sólo si hablamos de otros entornos y no del lingüístico) entregada al verso libre totalmente arrítmico y me temo que sea por desconocimiento, más que por innovación. Que sea libre no le exime de tener un auténtico ritmo que pueda sentirse. Aunque esta deficiencia también la tienen, por cierto, muchos jóvenes españoles.
En todo caso, habría que ver también diferencias y similitudes entre la poesía mexicana y la venezolana, o la hispanohablante de EE UU y la chilena, etc. Por ahí sí hay muchas variantes. Ojalá dentro de las variaciones inevitables, mantengamos un criterio de cierta unidad. Ya se dijo: nuestra patria es la lengua.
P: ¿Consideras que el Spanglish es una deformación lingüística del castellano o una forma creativa de mestizaje lingüístico en Estados Unidos?
R: Todas las formas creativas del lenguaje deforman de alguna manera. No es que me guste especialmente este tipo de mezcla porque literariamente termina siendo hija de nadie pero tal vez estén dándose pasos inevitables cuyo resultado no llegaremos a ver las generaciones actuales. Pasó con el latín y las variadas lenguas de los pueblos del imperio y al final, aquí nos tienes...romances casi todos.
P: ¿Qué es la poesía para ti?
R: Esa es siempre la pregunta del millón. Te contesto con un pequeño texto que escribí contestando a la misma cuestión, en 2004:
“Antes creía que la poesía era útil y sublime, ahora sé que sólo es necesaria y que lo único sublime es el intento pero nunca el resultado. Antes creía sentirla en el espíritu pero ha terminado por dolerme en la carne. Llegué a pensar incluso que ella cambiaba el mundo pero hoy sé que tan sólo me ha cambiado a mí: quiero creer que me ha hecho algo mejor.
Del dramatismo y el desencanto hasta la ironía o el sarcasmo, hay mucha distancia en lo que escribo, no sabría cómo definirme y quizás no haga ninguna falta.
En el último poema de mi libro Contrafábula dije: “Escribir por si alguien, algún día, / tiene un dolor de corazón idéntico / o sufre una alegría semejante” sigo diciéndolo: Escribir precisa complicidad.
Pero en el fondo, la poesía es una amante esquiva y caprichosa que, aún negándose a concederme todos sus favores, me ha dado al menos algún buen amigo, varias tristezas y mucho gozo. Así que mañana podrá desaparecer el mundo y con él todos los versos en que los poetas la hemos ido persiguiendo pero, para mi, habrá sido suficiente con pretenderla.”
Sigo pensando lo mismo.
P: Para terminar ¿Que nuevos proyectos literarios tienes?
R: Como es habitual, un par de libros en corrección constante y a la espera de salir a la calle. Un montón de poemas que uno no sabe dónde alojar.
Y, sobre todo, seguir trabajando por mostrar la poesía de otros a quien pueda necesitarla; eso sí me viene dando desde hace tiempo verdaderas satisfacciones.
6 comentarios:
También conocido como "Mil Oficios" en el mundillo literario local. Escritor, crítico literario, profesor, conductor de un programa televisivo, conferencista, organizador de talleres y figuretti oficial de todos los eventos literarios, Thays es considerado desde hace 15 años "una de las jóvenes promesas de la narrativa peruana". No es el mejor escritor joven, pero sí el escritor que más y mejor se promociona a sí mismo. Es el primer blogger nacional, profesor invitado de la alucinante Escuela Dinámica de Escritores y presentador del 50% del material literario de noveles autores, generalmente sus pupilos y protegidos. Le encanta colocar su foto con look Dartagnan , en todas sus colaboraciones de prensa.
Pero Thays ha logrado ser tomado en cuenta, a pesar de su obra. Su método ha consistido en instalarse y hacer migas con algunos mermeleros de la crónica periodístico-cultural de Lima, como es el caso de su padrino, Alonso Cueto. La ya conocida rutina de reventarse cuetes mutuamente (yo te entrevisto en mi programa de TV, tú después me das una entrevista a página entera en El Dominical) les ha funcionado, por lo menos para lograr instalarse en el imaginario del público como autoridades en materia de literatura. Cueto, maestro de Thays en el sutil arte de la franelería y el lustrabotismo, tiene en su haber más de 3000 páginas de material somnífero cuya lectura puede ser tan interesante como traducir nuestra guía telefónica al esperanto. Su dominio en las técnicas del autobombo lo ha llevado a cumbres insospechadas, como organizarse un homenaje ("Homenaje a Alonso Cueto") u ofrecerse a escribir un libro-homenaje a Vargas Llosa para conseguir a cambio una nota elogiosa de éste en el diario El País. Ambos, Cueto y Thays, escriben sesudos manifiestos contra la piratería editorial, pero en el fondo se mueren de ganas de ser pirateados algún día (las malas lenguas dicen que Cueto habría fabricado su propia edición pirata de "Grandes Miradas" para poder jamonearse con editores españoles). Finalmente, ambos sufren la misma ansiedad: la de no lograr hasta hoy dar el gran salto y obtener un reconocimiento y éxito de ventas internacional como el de Bryce o Bayly. Esa frustración es la que explica todas las mezquindades y revanchas personales perpetradas por ambos en el manejo mediático que realizan. En el caso de Thays, hasta hoy no perdona el hecho de que su última novela no fuera aceptada por ninguna de las editoriales grandes como Alfaguara o Norma (pese a todas sus movidas) y terminara siendo editada por su alma mater (Fondo Editorial PUCP) en gesto de caridad, ya que de los 2000 ejemplares que optimistamente imprimieron, 1500 deben seguir almacenados en algún lugar de Pando. Finalmente Cueto y Thays comparten por sobre todo 2 cosas:
1. La solidaridad de saberse mediocres.
2. Una misma paranoia frente a la aparición de escritores jóvenes con potencial de ser éxito de ventas y/o crítica.
En cuanto a la paranoia, no hay mayor evidencia que los silencios de ambos. Se espera de un crítico literario que se ocupe de los autores que remueven a la crítica local (a la seria) o que resultan enormes éxitos de ventas. O ambas cosas. Hace un par de meses, cuando apareció la novela Pudor de Santiago Roncagliolo, publicada por Alfaguara España, y pese a venir precedida de buenas críticas y convertirse en No 1 de ventas en todas las librerías, Cueto prefirió ocuparse de reseñar al joven Luis Hernán Castañeda (cuyos méritos no se discuten), autor de un libro publicado pulcra y discretamente por Estruendo Mudo. Evidentemente, este chico no es considerado una amenaza y ocuparse de él, e incluso elogiarlo paternalmente es una manera de distraer a la platea. Lo mismo hizo Thays dedicándoles sus columnas (dándoles con palo para ser más exactos) en esos mismos días a Tumi y Salinas sucesivamente, autores con los cuales ningún crítico serio hubiera perdido el tiempo. Recién en el mes de Octubre apareció en el blog "Sin Plumas", el comentario de "Pudor", en el que la guadaña de nuestro mosquetero brilló por todo lo bajo.
El origen de esta actitud podría estar en la envidia. Por ejemplo la crítica de Thays a la obra de Bayly, a pesar de ser acertada tanto en las descalificaciones como en los reconocimientos, tiene un tufillo a mala leche. Es evidente que a Thays le jode que Bayly sea tan famoso y él no, pese a los denodados esfuerzos que hace por lograrlo. Porque no basta con apuntarse a todos los Encuentros de Escritores Jóvenes (aun cuando ya no se es tan joven) para convertirse en un escritor famoso. Ni aparecer en la foto sevillana del Dream Team junto a un par de famosillos. Thays lo sabe. Y Thays quiere ser famoso. El quisiera vender como Roncagliolo. Y ser traducido a varios idiomas como Bryce. Y que hagan alguna película (¿Busardo?), de alguno de sus libros, como sucede con Bayly. Y que la lista completa de sus títulos esté disponible en Amazon.com, Barnes & Noble y Wal-Mart, como sucede con Sergio Bambarén. O por lo menos, si no va a vender un carajo, que la crítica literaria se rinda a sus pies y lo declare un nuevo Loayza.
Pero la realidad le da la espalda. Y él cree que la culpa es de otros. De los críticos literarios que no lo comprenden. De los "lectores" de las editoriales grandes que no le quieren dar su oportunidad. De los limeños, huachafos como ese Pedro Salinas, todos unos ignorantes, incapaces de captar la profundidad de una obra tan compleja. Las obras y los personajes de Iván Thays podrían ser definidos como:
Un interminable inventario de citas literarias declamadas, cual pastillas de Ricardo Belmont, por unos afectados estudiantes-profesores de literatura, en constante competencia por demostrarse-demostrarnos lo muy cultos y leídos que son.
Entrando a analizar las razones del conflicto Thays-Salinas, debemos reconocer que la descripción que Salinas hace de Thays es graciosa y acertada: un muchachín un tanto aburridón.
A las pruebas nos remitimos:
1. Un escritor cuyos libros nadie lee.
2. Conductor de un programa de televisión que nadie ve (tanto así que lo sacaron del aire y el susodicho movió todas sus influencias para que un grupo de notables firmara una carta dirigida a TNP y el muchachín no se quedara sin uno de sus mil oficios).
3. Crítico literario tan objetivo, desapasionado y desinteresado en su discurso como Jorge Mufarech en sus proyectos de ley
4. Y, finalmente, profesor universitario al que nadie entendía y al que sus alumnos terminaron motejando como "El Loco del Frenillo".
Hola Leo.
Creo que no hay especiales razones para escribir, sobre todo la poesía.
De nada sirve explicar porque se hace, lo importante es al hacerlo, expresarnos desde el interior y solo así, el lector puede emocionarse.
La poesía nunca ha sido lo mío, pero como lectora reconozco que es difícil encontrar buenas poesías, que transmitan el sentimiento que las hizo nacer.
Un beso Leo.
Hola,
resulta que me han regalado un cartelito de esos del día y tengo que elegir cinco que me impacten, así que te ha tocado, entre por el Dragon, ahora veo que hice bien, una buena charla, en la que me he enterado que no tengo un unico pensamiento sobre "El poeta es el equilibrista de la palabra" ya que siempre digo esa frase.
saludos
cuando quieras pasas a recogerlo.
Ana,
Gracias por opinar sobre la poesía. Los poetas también necesitan lectores.
Un beso.
Abstractos, gracias por la mención, aunque no entiendo eso de recoger...me puedes explicar un poco el tema.
Un abrazo.
Abstractos, gracias por la mención, aunque no entiendo eso de recoger...me puedes explicar un poco el tema.
Un abrazo.
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