lunes, marzo 31, 2014
Mi polémica con el divo alemán Hans Belting
A diferencia de muchos rebeldes de cafetería que se acojonan en las grandes plazas, yo me crezco cuando más reconocido es mi rival, como cuando deje en nocaut en su momento a Michel Houellebecq, en esta ocasión le tocó el turno a Hans Belting. Para quienes no lo conozcan, Belting es algo así como el puto amo en historia de arte clásico y teoría de arte contemporáneo.
Cuando fui a escucharlo al Museo Reina Sofía, poco falto para que la mayoría de los asistentes se tiraran al suelo para rendirle incondicional pleitesía. Pero bueno, soy un pagano y no creo en ese halo de sacralidad laica de los divos intelectuales.
Lo escuche atentamente y encontré después de su chachara sobre los museos, dos errores monumentales, el primero, hablar de arte global o de la globalización, lo cual ya no denotaba una lectura ideológica vestida de seudo-objetividad sobre la función del museo contemporáneo. Y lo segundo es que detrás de su buen rollismo progre, no cuestionaba el canon estético en el cual se basan los criterios de valor, para definir el arte en los grandes museos, hablando sencillamente, decía que debía haber museos antropológicos, de barrios, de minorías, pero eso sí, ni soñar siquiera en que el arte popular o lo que no es considerado gran arte, pudiera ingresar en los grandes museos del arte, reservados para la alta cultura.
Beltin me lo puso a huevo y aproveche el rol de preguntas para acribillarlo dialécticamente, pero el viejo zorro, condescendiente, me dio la razón, no entro al trapo y evadió la discusión. E incluso hubo algún admirador suyo que se fue en mí contra, ante lo cual dije, que yo no era una oveja, ni venía a hacer amigos, sino a hacer debate de ideas.
Belting, dijo que el tema estaba zanjado, porque el tenia su opinión y yo lo mía, que ninguno de los dos iba ceder y por tanto era mejor pasar página. Pero lo que él no se imagino, es que después de mí, varios le objetaron su definición de canon y lo que es peor la existencia sutil de un canon para preservar las diferencias entre baja y alta cultura. Al final Belting, acorralado porque las preguntas se ponían cada vez mas cuestionadoras, se disculpo diciendo que estaba cansado y no quiso debatir más. Se fue en retirada.
Así entendí, que cuando tumbo directamente a los grandes divos intelectuales actuales, y los dejo en nocaut, señalo el camino para que otros también se quiten los miedos y entren sin complejos a derribar a los falsos ídolos.
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