jueves, marzo 06, 2014

El gran Leopoldo María Panero se nos ha ido. Un abrazo Leopoldo, allá donde estés


Anoche, a través del poeta alicantino Pamies, me enteré que Panero había muerto. Y recordé mis encuentros que tuve con el bardo. Se nos ha ido uno de los tres grandes poetas de España del siglo XX, el primero es por supuesto Lorca, el segundo, Carlos Edmundo de Ory, y ayer se nos fue el gran Leopoldo María Panero.
Hace unos años, en la feria del libro de Madrid conocí a Panero. Hablamos y leímos juntos versos de Piedra Negra sobre una Piedra Blanca de César Vallejo. Cumplí un sueño. Pero verlo me jodió. Mientras otros contemplaban con estupidez el mito, yo vi un hombre destruido por la poesía. Pensé: “no voy acabar así”.
Sin embargo, mi primer encuentro con Panero fue peculiar, recuerdo los días que estuve en la feria por El Retiro, observando a diversos autores firmando sus libros. Pero solo eran dos, los que me interesaba conocer. Uno de ellos era Panero. Con un poeta joven madrileño- el cual me decía: “tienes que conocer a Panero, es un poeta maldito como tú”-, oímos por altavoz que firmaba Panero en el stand de Huerga y Fierro. Al acercarme a un poeta al cual considero un  genio, me asalto la idea que quizás podía decepcionarme el conocerlo. Pero Juanc insistió, se acerco al stand de Huerga y preguntó si Leopoldo firmaba.
 De súbito, apareció Panero diciéndome como me llamaba y me firmó su poemario. Yo tengo una política y es no comprar ningún poemario a un poeta vivo. Sin embargo, al ver que no había ninguna otra persona en la cola, le compre el libro por solidaridad. Pero también porque considero que es un gran poeta. A veces las reglas están para romperlas. Leopoldo de pronto me empezó a leer unos versos de Vallejo y luego ante su sorpresa terminé yo el poema de memoria. Antonio Huerga,  su editor,  que contemplaba con atención el evento, aplaudió y dijo: “Muy buena improvisación de ambos”. Panero encendía cigarrillo tras cigarrillo compulsivamente, le daba dos pitadas y luego los arrobaba al piso. Tenía 7 cajetillas de cigarros cerca. Había un ambiente denso y pesado. Se le veía desamparado, fragmentario y oscuro. Pasaron más cosas, pero prefiero guardármelas para mí. Me dijo Leopoldo antes de irse: “Mallarmé es el asesino de la belleza”.
La segunda vez que lo vi, fue en el Círculo de Bellas Artes en un festival literario. La participación de Leopoldo María Panero fue accidentada, pero él es así, se puede dar el lujo, luego de escribir grandes poemarios, de decir lo que quiera; sin embargo, en esos breves momentos de lucidez, durante su disertación y lectura, dijo algunas cosas sugerentes que me estremecieron. Al final Leopoldo me pidió llevarlo a conocer Perú, ante lo cual me dio un beso en la mano (me saludaba con el puño en alto cada vez que me veía aparecer).
Lo última vez que nos encontramos, me recordó que tenía que llevarlo a conocer Cuzco, y yo solo lo salude de pasada y rápido, porque habían personas a su alrededor y no me gusta conversar cuando hay mucha gente. No lo volví a ver más.
Donde otros veían espectáculo, yo contemplé una persona consumida por la locura y el desamparo. Su amor a la poesía lo llevó a crearse un mundo paralelo donde los grandes clásicos de la literatura dialogaban cotidianamente con él, con su muerte se nos va uno de los grandes poetas contemporáneos.
Un abrazo Leopoldo. Allá donde estés.

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